Según la Real Academia de la Lengua Española, barrio se define como: "Cada una de las partes en que se dividen los pueblos grandes o sus distritos". Según Alejandra Rosas, el concepto no resiste tecnicismos y remite a algo que es mucho más importante que solamente un conjunto de casas, donde habitan sujetos individuales sin mayor contacto entre ellos.
Y tiene pruebas empíricas para demostrar aquello.
La periodista formada en la Universidad Adolfo Ibáñez, que alguna vez fue emprendedora, es presidenta de la Fundación Patrimonio Sustentable, una institución que nació de la necesidad de cambiarle la cara a los barrios de Chile, partiendo por un trabajo participativo con los propios vecinos. Desde ahí, se han generado procesos transformadores de empoderamiento social y comercial, donde los que alguna vez fueron personas comunes y corrientes, hoy son verdaderos líderes ciudadanos. El año pasado esa positiva experiencia se vivió en el barrio Cochrane de Valdivia y la fundación fue responsable.
Paso a paso
Alejandra Rosas, que además es Magíster en Cine Documental de la Universidad de Chile, nació en Santiago. Está casada con Rodrigo Frías y es mamá de Rosario, Olivia y Santiago.
Con Valdivia tiene una estrecha relación gracias a dos hitos iniciales: su papá Antonio Rosas es oriundo de la ciudad (sobrevivió al terremoto de 1960) y ella vacacionaba en casa de su abuela. Con el paso de los años pensó que sería buena idea vivir permanentemente en la capital de Los Ríos, sin embargo la decisión no se materializó hasta avanzada la pandemia por coronavirus.
Antes de aquello, construyó una historia personal que sin querer la transformó en referente. En Santiago vivió frente al Museo de Bellas Artes, una de las zonas más álgidas durante el estallido social. Durante aproximadamente dos años trabajó en medios de comunicación y realizó el programa de televisión sobre emprendedores "Valor social". También fue emprendedora en el Barrio Esmeralda en Santiago. Tuvo una cafetería que funcionó entre 2007 y 2010, que se volvió una especie de activador social.
"Se transformó en un faro de luz para que los vecinos pudieran ocupar una plaza que estaba enfrente. Si nosotros cerrábamos, ese espacio terminaba lleno de basura, la municipalidad no lo iluminaba correctamente y se volvía, con frecuencia, un foco de delincuencia", dice.
Y agrega: "La experiencia del café se terminó cuando decidimos dar el salto hacia algo mayor. Nos cambiamos de lugar, arrendamos un espacio cerca de donde estábamos con la idea de abrir una especie de distrito del diseño. La idea fue un éxito tan grande que llegamos a administrar, en esa manzana, 24 locales comerciales de diseño independiente. Mucha gente apostó por el lugar. Fue tal el impacto que hasta nos nominaron como el segundo barrio del diseño en Chile".
En medio de aquello es que el equipo de trabajo, junto con otros barrios, se adjudicó $20 millones de Sercotec para mejoramiento de fachadas e instalación de señaléticas y cicleteros, entre otros avances para un sector que ya no estaba siendo el mismo.
¿Siguieron algún modelo de mejoramiento barrial?
- Fue pura intuición. Lo más bonito es que quienes iniciamos todo en ese momento, terminamos siendo los mismos que después creamos la fundación. Creo que esos primeros años de trabajo en el barrio fueron un laboratorio conducente al modelo que posteriormente hemos implementado en otros lugares.