Brasil conmemora un año del asalto a la sede del Estado
CRISIS. El 8 de enero del 2023, una multitud de simpatizantes de Jair Bolsonaro invadió diversos edificios gubernamentales en Brasilia.
El reloj marcaba las 14:33 del 8 de enero. La asonada golpista contra el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva empezaba en Brasilia. Fueron cinco horas de descontrol. Las sedes de los tres poderes acabaron destrozadas. Un año después, las cicatrices siguen abiertas para los testigos.
Ya casi no son visibles las marcas de destrucción que dejó el intento frustrado de golpe de Estado promovido por seguidores radicales del expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro en las sedes del Congreso, la Corte Suprema y la Presidencia.
"Fue una batalla hasta que tomamos el control de la situación", relata a EFE Gilvan Viana Xavier, coordinador de la Secretaría de Policía del Senado.
A la fotógrafa Rafaela Silva le cambió la vida. Como otras decenas de periodistas, fue agredida, insultada y robada mientras inmortalizaba el asalto de Brasilia. Hoy vive en Irlanda.
"Siempre fui racional, incluso dura, pero esto me rompió, hasta tal punto que dejé el fotoperiodismo (...) Una parte de mí duele todavía hoy", dice a EFE.
Aquel domingo después de almorzar, afirma que vio una multitud verde y amarilla caminando desde el cuartel general del Ejército hacia la plaza de los Tres Poderes, donde están las sedes del Ejecutivo, Legislativo y de la Justicia, pero nada parecía anormal. Escoltados por un reducido número de policías militares, los manifestantes avanzaron pacíficamente hasta encontrarse con la primera línea de contención ante al Parlamento.
A las 14:33 pasaron sin ninguna dificultad por un bloqueo. Según Silva, a los agentes les faltó decir: "Pueden pasar".
A pocos metros de ahí, Xavier ya sabía que su guarnición sería desafiada al máximo. Inmediatamente, ordenó a los pocos oficiales presentes que se equiparan con cascos, chalecos antibalas, escudos y todas las armas letales y no letales disponibles, y formaran líneas de contención en las entradas.
"Rompieron nuestro vallado y vinieron hacia nosotros. Fuimos retrocediendo y desde ese momento convocamos a todo el personal disponible en la ciudad para que nos apoyara. Comenzamos con 16 policías y terminamos con 68", narra.
El desenlace no fue ni rápido, ni simple. A las 14:44, la turba invadió el Salón Negro, que conduce al pleno de la Cámara de Diputados. La insurgencia se mostraría más organizada a medida que avanzaba hacia el interior del Congreso.
"Tres o cuatro policías resultaron heridos. Los ánimos eran muy violentos, encontramos canicas, palos, piedras, hachas, cuchillos. Todo se incautó. Realmente vinieron para el todo o nada", expone.
La resistencia de la tropa ayudó a preservar dependencias importantes, como las oficinas de los senadores, las salas de comisiones y el pleno. Pero, al mismo tiempo, otra parte de los manifestantes ya ocupaba la Cámara Baja y lo transmitía en directo mientras pedía una intervención militar. Afuera, otro bloque avanzaba sobre el palacio de Planalto y el Supremo.
A las 15:05, un grupo reducido de policías que custodiaba el palacio presidencial se retiró a su interior, sin poder reaccionar ante la multitud que se aproximaba. Allí, los vándalos encontraron mayor facilidad para dominar el espacio, intensificando la destrucción de bienes históricos. Una furia similar se dirigía, simultáneamente, al Supremo.
Se estima que 44 policías resultaron heridos en los ataques, que solo comenzaron a ser controlados a partir de las 16:40, cuando llegaron los refuerzos. Los edificios de las sedes de los tres poderes solo serían totalmente evacuados a las 20:00.